María Antonia Jiménez:

creatividad, tecnología y un sueño que cruzó fronteras

A sus 14 años, María Antonia Jiménez Piedrahita ya sabe lo que significa representar a Colombia en un escenario internacional. Este 2025, obtuvo la Medalla de Plata en Diseño Creativo en la 12ª Competencia Internacional de Jóvenes en Robótica, celebrada en Corea del Sur. Detrás de este logro hay una historia de curiosidad, perseverancia y pasión por aprender.

Estudiante del Colegio Waldorf Isolda Echavarría, María Antonia dejó en alto el nombre del país con un proyecto que buscó resolver un problema cotidiano con innovación: crear un robot y una aplicación para cuidar mascotas cuando están solas en casa. El sistema detecta la presencia del animal mediante cámara y sensores, regula la temperatura con humidificadores, reproduce sonidos para calmarlo y programa horarios de alimentación. Todo esto, controlado desde una app diseñada por el equipo.

“Fueron seis meses de preparación, muchas pruebas y errores, y hasta el último momento seguimos ajustando detalles”, cuenta María Antonia. El reto no fue solo técnico: adaptarse a un entorno cultural y tecnológico tan distinto como Corea también marcó la experiencia. “Todo era diferente: la comida, las calles, la limpieza, la tecnología. Pero lo mejor fue conocer jóvenes de tantos países y aprender de sus proyectos”.

Su pasión por la robótica comenzó a los diez años. “Me parecía increíble poder crear cosas, como cuando armaba legos, pero ahora con movimiento y programación”, recuerda. Desde entonces, su interés creció con cada clase de mecatrónica, diseño 3D y programación web. Lo que empezó como un juego se convirtió en un camino lleno de retos y descubrimientos. Hoy, con 14 años, sueña con estudiar ingeniería —aún no decide si civil, mecatrónica o aeroespacial— y seguir participando en competencias internacionales.

Para María Antonia, Corea fue mucho más que una competencia. “Era la primera vez que salía tan lejos. Todo era diferente: la cultura, la comida, las calles limpias, la tecnología en cada rincón. Me encantó probar platos picantes y ver cómo todo funcionaba tan bien organizado”. Pero lo más valioso fue la conexión humana: “Nos unimos mucho con la delegación colombiana y también con jóvenes de otros países. Aprendí de sus proyectos y de sus culturas. Fue increíble”.

El apoyo del colegio también fue clave: “Me dieron la flexibilidad para ausentarme tres semanas, seguir con mis materias y sentirme respaldada por mis compañeros y sus familias”.

De esta experiencia quedan muchas enseñanzas, y aquí compartimos una para los estudiantes de nuestro colegio:
“Que hagan lo que les gusta, que no se bloqueen cuando algo no sale bien. La programación y la creatividad son prueba y error. Hay que disfrutar el proceso y aprender de cada intento”.

María Antonia es ejemplo de cómo la educación Waldorf, que fomenta la creatividad y la autonomía, puede inspirar a jóvenes a transformar el mundo con tecnología y sensibilidad.